Por Rosa Merlano
En un evento que dejó a muchos preguntándose si estaban viendo una comedia o un noticiero, la presidente de México decidió coronar a Nicolás Maduro como "Rey Supremo de Todas las Repúblicas Bananeras del Continente". La ceremonia, que se llevó a cabo en un improvisado palacio de cartón en la frontera, estuvo llena de simbolismo y absurdos dignos de una sátira política.
“Hoy, en este glorioso día, le entrego la corona a nuestro querido Nicolás, quien ha demostrado ser el verdadero líder de las repúblicas bananeras”, proclamó la presidente mientras colocaba una corona hecha de plátanos sobre la cabeza de Maduro. Los asistentes, que incluían a algunos aliados cuestionables y un par de loros, aplaudieron con entusiasmo, aunque algunos se preguntaban si el evento era un acto oficial o simplemente una fiesta de disfraces.
Maduro, visiblemente emocionado, agradeció a su “hermana mexicana” y prometió gobernar con mano firme y plátanos frescos. “Este es un momento histórico para todas las repúblicas bananeras. Juntos construiremos un futuro lleno de frutas tropicales y socialismo”, exclamó mientras hacía malabares con los plátanos.
La presidente no se detuvo ahí; también anunció que planea enviar un cargamento de aguacates a Venezuela como muestra de buena voluntad. “Si vamos a ser repúblicas bananeras, ¡que al menos tengamos aguacates!”, bromeó, dejando a todos preguntándose si había olvidado que los aguacates son más bien mexicanos.
Mientras tanto, los líderes de otras naciones bananeras miraban con envidia desde sus palacios. “¿Por qué no se nos ocurrió esto antes?”, se preguntó el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, quien también había traído su propia corona hecha de maíz.
El evento culminó con una danza en la que Maduro y la presidente bailaron al son de una cumbia revolucionaria, mientras los loros repetían frases como “¡Viva el socialismo!” y “¡Más plátanos para todos!”.
Así que prepárense para un nuevo capítulo en la historia política del continente, donde las repúblicas bananeras están listas para florecer bajo el reinado del Rey Nicolás. Porque en el mundo de la política absurda, ¡nunca hay límites para lo ridículo!