Por Benito Camelo
Cumpliendo con la última voluntad de Fidel Castro, este domingo se llevó a cabo la ceremonia de coronación de Miguel Díaz-Canel como Limonardo I de Biranistán, un título que ha dejado a muchos preguntándose si el país finalmente ha decidido abrazar el surrealismo político. La ceremonia, que se asemejó más a un espectáculo teatral que a un evento oficial, contó con la asistencia de parte del cuerpo diplomático acreditado en La Habana, quienes probablemente se preguntaban si habían llegado a una reunión de la ONU o a una fiesta de disfraces.
Díaz-Canel, con su nuevo título monárquico, se presentó ante la multitud con una "banda real" que terminaba en un floripondio parecía sacado de un carnaval. “Hoy, como Limonardo I, prometo seguir el legado de Fidel y llevar a Biranistán (dijo refiriéndose a Cuba) hacia un futuro brillante… o al menos tan brillante como las luces del Malecón”, proclamó entre aplausos y risas nerviosas.
La Nueva Era de Biranistán
Los críticos no tardaron en señalar lo absurdo de esta coronación. “Si esto es una monarquía, espero que al menos nos den un desfile anual”, bromeó un opositor en redes sociales. Mientras tanto, otros ciudadanos se preguntaban si debían comenzar a rendir homenaje al nuevo monarca con impuestos pagados con caramelos.
La comunidad internacional observó con asombro. “No sé si reír o llorar”, comentó un diplomático europeo. “¿Acaso no estábamos hablando de un presidente? Ahora resulta que tenemos un rey”. Algunos incluso especularon que el próximo paso sería la creación de una corte real cubana, completa con caballeros y damas de honor.
¿Un Regreso al Pasado?
La coronación ha traído consigo reminiscencias del pasado revolucionario. Muchos se preguntan si este acto simboliza un regreso a los días en que los líderes eran considerados como monarcas absolutos. “Quizás deberíamos empezar a llamarlo Su Majestad”, sugirió un comentarista político, mientras otros se preguntaban si el próximo paso sería la construcción de un palacio real en lugar del actual Palacio de la Revolución.
A pesar del tono festivo del evento, algunos observadores advierten que esta coronación podría ser una estrategia para desviar la atención de los problemas económicos que enfrenta Cuba. “Mientras todos están distraídos con la coronación, ¿quién se preocupa por las colas para comprar alimentos?”, reflexionó un economista local.
Por ahora solo que claro que, mientras Miguel Díaz-Canel asume su nuevo rol como Limonardo I de Biranistán, Cuba sigue siendo un escenario donde la política y el absurdo coexisten en perfecta armonía. Al final del día, ¿qué es una monarquía sin un poco de humor? ¡Larga vida al rey!